Arcoíris

9/23/20243 min leer

La naturaleza nos ofrece imágenes maravillosas, todo un espectáculo para nuestros sentidos. Miras al mar, infinito, con tantos tonos de azul diferentes. Al cielo, con preciosas nubes blancas, o con estrellas, o solo azul, limpio. Los árboles, las montañas, los desiertos, los ríos, un sinfín de lugares únicos.

Pero hay un fenómeno que me resulta extraordinario y es el arcoíris. Su definición es “ fenómeno óptico y metereológico que consiste en la aparición en el cielo de un arco de luz multicolor, originado por la descomposición de la luz solar en el espectro visible”. Está compuesto por siete colores fundamentales, con el rojo en la parte exterior y el violeta en la parte interior.

Muchas veces, durante mi infancia, imaginé cómo sería dar un paseo por el arcoíris, saltando de un color a otro.

Decido volver a ese viaje imaginario, ahora, unos cuantos años más tarde.

Ya estoy aquí, no sé cómo he llegado pero estoy arriba.

Empiezo por el rojo, con energía y pasión. Siento el calor del fuego, como si tocase el sol. Quema un poco pero lo soporto bien. De ahí paso al naranja, disfrutando de la diversión. Me siento viva y alegre. Es un color cálido pero más templado, no quema como el rojo. Dejo total libertad a mis sentidos, tanta, que puedo incluso sentir el olor de una naranja. Qué sensación tan agradable. Veo más adelante el amarillo, que se me antoja como un color amable y me hace sentir poderosa. Es alegre y optimista. Y pienso ahora en un limón bien amarillo, ácido. Me siento en este arco luminoso y miro hacia abajo, a la tierra. Se ve pequeña desde aquí. No sé cómo he podido subir al arcoíris y no sé cómo bajaré de nuevo, pero no me preocupa, quiero seguir disfrutando de esta experiencia.

Giro la cabeza, veo un arco verde, como una esmeralda. Precioso como los árboles en primavera. Es como si entrara en un bosque frondoso que me da serenidad. Siento la naturaleza a flor de piel. Es maravilloso. Casi sin darme cuenta el bosque se ha convertido en pradera. El arco tiene ahora un tono cian, no es verde ni es azul, pero es perfecto. Se muestra ante mí una llanura de calma. Me siento responsable, necesaria y en paz. Me tumbo mirando hacia arriba, pero no hay cielo, hay otro arco superpuesto de un color azul precioso. Alargo las manos, quiero tocarlo, pero no alcanzo. Permanezco así unos minutos, respirando ese silencio y me levanto.

Ahora sí, me estiro y alcanzo el anillo de color azul. Lo hago con confianza, sin temor. Y allí estoy, frente a un mar azul eléctrico, donde las olas producen una especie de pequeños cortocircuitos. Es una visión difícil de describir. No hay nada más, solo ese mar, pero es suficiente.

Debería volver ya a casa. Pero me queda el círculo violeta y no quiero irme sin pasar por él. Me estremezco un poco, es un tono suave pero me traspasa. Desprende un halo de misterio, como si hubiera alguien más. No siento miedo, pero sí un poco de respeto. Es un color muy bello.

Me quedaría dentro de ese arcoíris eternamente, pasando de un aro a otro. Pero debo volver a la tierra, a mi vida. Me siento cargada de sensaciones, soy más fuerte, lo sé.

Me asomo al centro, miro hacia abajo, qué lejos queda mi casa — pienso — . Cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir estoy en mi jardín, tumbada boca arriba, mirando hacia el arcoíris.

Ese arcoíris por el que acabo de disfrutar del paseo más extraordinario de mi vida.

Carpe Diem

(Escrito el 7/12/2020)