Dando vueltas con el GPS
9/15/20243 min leer


Me encanta viajar, ya sea en tren, barco o avión. Pero recorrer las carreteras e ir descubriendo lugares de nuestra bonita y variada geografía es simplemente maravilloso.
A mí me flipan los mapas, encuentro que son verdaderas obras de arte. Por eso tengo sentimientos encontrados con la aparición de los gps, estos dispositivos que han nacido para facilitarte las cosas, que te ofrecen el camino más rápido y ya no tienes ni que pensar. Supongo que de ahí el alias de “tomtom” tantas veces utilizado como motivo de chiste. Porque si lo piensas, es un poco eso, volvernos tontos. Solo tienes que escribir la dirección y limitarte a seguir las instrucciones de una voz metálica, femenina o masculina a tu elección, y normalmente con bastante mala leche, añadiría. Pero pobre de tí que te saltes alguna de las indicaciones, que te la empieza a repetir una y otra vez, tanto que sientes que te está abroncando. Te da ansiedad, y hablas con él o ella, “no podía girar, es dirección contraria”, “ay perdón, me pasé de calle” (sí sí, casi que tenemos que pedirle perdón al aparatejo), porque claro, ahora tiene que “reconectar la ruta”. Ojo que no es moco de pavo, como se suele decir.
Seguro que más de uno estará sonriendo porque se siente identificado. ¿A quién no le ha pasado alguna vez quedarse dando vueltas en el mismo sitio? y tu amigo el tomtom repitiendo una y otra vez “Ha llegado a su destino. Su destino se encuentra a su derecha” . Pero tú solo ves campos a tu derecha y una calle cortada al final. O una rotonda que te lleva a ninguna parte. Ah, y ahora qué…piensas en los mapas, ¿verdad? Abres la guantera, pero, sorpresa, solo hay cargadores de móvil, cables usb o algún pen drive.
Poniéndome seria diré que no puedo negar la efectividad de la tecnología. Para ir de un sitio a otro de manera cómoda y rápida el gps resulta muy útil.
Pero yo me paro a pensar y, sinceramente, echo de menos los mapas de toda la vida. Quién no recuerda aquellos viajes familiares por las carreteras de entonces, con tu padre conduciendo y tu madre de copiloto peleándose con un mapa (alguno de ellos enormes, ocupaban toda la luna delantera). En muchas ocasiones te perdías y había que parar en una zona de descanso para entre todos mirar el mapa, a ver si nos situamos. Entonces ese mapa enorme pasa a ocupar todo el capó del coche para poderlo ver bien. Y ya que estamos aquí, vamos a tomar un café y que las niñas se tomen algo calentito. ¡Qué recuerdos!
Varios pares de ojos mirando el mismo mapa y cada persona interpretándolo de una manera diferente. ¿Cómo es posible? Pues sí, es verídico. Qué momentos tan divertidos y emotivos hemos vivido en las carreteras.
Porque viajar con mapa en mano te ofrece la posibilidad de perderte. Y mientras te encuentras, puedes descubrir lagos escondidos o rincones desconocidos , que si no aparecen en los mapas (qué atinada), mucho menos en los gps.
Mirar un mapa y decidir qué ruta hacer o por qué carreteras viajar es un juego divertido que se puede practicar solo, con amigos o con familia, y es apto para todas las edades. Cuanto más se practique el juego se va complicando, porque el mapa se va arrugando, rompiendo y perdiendo color. Pero es como un libro, que si está muy gastado significa que se ha usado mucho. Y eso es buena señal.
Mis padres han sido desde siempre grandes viajeros, de los de mapa en mano. Yo los cojo prestados para mis escapadas y, de hecho, muchos de ellos están en mi coche. Y me encantan, me hacen volver a mi infancia y mi juventud.
¿Y tú de qué eres, de mapa o de gps? Yo gps para ir de un lugar a otro, sin más. Pero para viajar parando, visitando y disfrutando sigo apostando por los mapas.
Salvemos los mapas
Carpe Diem
(Escrito el 02/12/2020)
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