Otoño
11/19/20201 min read


El otoño es una estación del año que a mí personalmente me gusta mucho. Es tiempo de limpieza, cambio y renovación. Situado entre el calor del verano y el frío del invierno, el otoño representa el punto medio. Y así es como a mí me gusta vivir la vida, desde la templanza, no desde el calor asfixiante ni desde el frío insensible. Mirar y ver desde el lugar donde la visibilidad es mejor, desde el corazón, hacia ambos lados por igual.
En otoño los árboles se cambian de traje, quitándose el verde y estrenando el ocre. Aunque lo usarán solo de manera temporal porque deberán deshacerse también de él para quedarse totalmente desnudos. A partir de ese momento los árboles se liberan y se regeneran, para en primavera volver a florecer más fuertes y bellos, si cabe. Ese traje convertido en hojas secas crea una bella alfombra al desprenderse de su anfitrión, de su árbol.
Todo este proceso es maravilloso. Ese cambio progresivo en la paleta de colores primero, las aceras cubiertas de hojarasca que cruje al pisarla, los árboles que parecen ahora más vulnerables sin sus hojas. Y el aroma del otoño, cómo huele una tormenta antes de llegar o la lluvia cayendo. En otoño nuestros sentidos se agudizan para disfrutar de la siempre asombrosa naturaleza.
Creo que las personas necesitamos tener nuestro particular otoño. Desnudarnos para ser capaces de limpiar, aceptar los cambios y regenerarnos.
El otoño suele relacionarse con lo gris, la melancolía, la tristeza y flores marchitas. Pero es mucho más, es lluvia, aroma, frescura, metamorfosis, transformación, recuerdos, agua y vida.
Disfrutemos del otoño, seamos árboles, desprendámonos de lo que ha dejado de ser útil y así nos liberaremos.
El otoño nos prepara para mantener los recuerdos del pasado, vivir las acciones del presente y recibir las sorpresas del futuro. Solo así seremos más fuertes.
Carpe Diem