Espagueti con almóndigas de la dama y el vagamundo
12/10/20242 min leer


Este maravilloso cuento me va al dedillo para incorporar dos palabras que son correctas, ya que están aceptadas por la RAE. Aunque tengo que confesaros que cada vez que escucho «almóndiga» me da la risa. No sé por qué, pero me hace mucha gracia. Y ahora que también está aceptado el término «vagamundo», me parece incluso más apropiado. Porque en definitiva este es su significado: una persona que vaga de un lugar a otro.
En el mundo existen muchos golfos y muchas reinas, como en el cuento. Por desgracia, las apariencias siguen confundiéndonos muchas veces; y ni los golfos son tan golfos, ni las reinas son tan reinas. Qué acertado aquello de «las apariencias engañan».
Yo a veces soy reina y otras golfa, porque siempre va a depender del contexto y de con quién se me compare. A lo largo de mi vida he conocido a personas de todos los colores y lugares, de diferentes religiones y convicciones políticas, con o sin estudios, de mayor o menor estatus (¿qué es eso realmente?). Y os aseguro que todas y cada una de ellas me han aportado algo, ya sea para bien o para mal. Porque la nobleza nada tiene que ver con las clases; eso se lleva en el corazón.
Nunca me ha gustado dejarme influenciar por nada ni nadie, ya que prefiero descubrir las cosas por mí misma. Me encanta convivir con diferentes maneras de pensar y de vestir. Con los bien o mal llamados esnobs y con los que tienen menos recursos. Encuentro muy divertido ir a un restaurante de esos pijos donde no sé usar la mitad de los cubiertos. Pero comerte una hamburguesa guarra de esas que te chorrea por todos lados o unas buenas bravas con alguien especial... eso no tiene precio.
Supongo que por esta razón puedo decir bien alto y orgullosa que tengo muchos amigos y variopintos. Los quiero a todos, pero con los que de verdad muero es con aquellos que, como yo, no hacen ascos a nadie.
Es muy estimulante y gratificante poder conversar a la vez con personas de ideas políticas opuestas, seguidores de equipos de fútbol diferentes o de nacionalidades distintas. Y poder hacerlo con respeto, aprendiendo a entender y respetar. Si puedes comer marisco con pinzas un día y otro una pizza con las manos, ya es la leche. Pero si además consigues tener amigos que pueden ser golfos unas veces y reinas otras, esto es ya simplemente genial.
Y, ¿sabéis un secreto? Yo los tengo y soy muy afortunada. Siempre me he sentido muy atraída por lo diferente, lo que a veces llamamos raro, lo que puede resultar chocante, porque al final todos somos lo mismo: personas, nada más.
El cuento de la «dama y el vagabundo» refleja muy bien cómo de entrada se rechaza a alguien por su aspecto o su forma de vida. Y muchas veces resulta que tras esa imagen hay cosas bonitas que ofrecer. Además de mostrar, una vez más, cómo es posible crear lazos de amistad o de amor, entre dos sujetos con tantas diferencias a priori.
Pongamos los pies en la tierra, que es una, y es de todos, y juguemos a ser reinas y golfos. Sentémonos más veces a comer «espagueti con almóndigas» en cualquier lugar, con el «vagamundo» que elijamos. Disfrutémoslo porque es maravilloso.
Si tuvieras que elegir: ¿quién sería tu «vagamundo»? ¿con quién compartirías unas ricas «almóndigas»?
El mío…. eres TÚ, siempre.
CARPE DIEM
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