La ecuación del amor

11/29/20243 min leer

La asignatura de matemáticas siempre fue, es y será, la eterna odiada o amada por excelencia; no hay término medio. Su definición es simple y parece fácil: «Ciencia que estudia las propiedades de los números y las relaciones que se establecen entre ellos. Se trabaja con cifras, símbolos y figuras geométricas, entre otros». Pues genial, ¿no? No parece que sea para tanto, y entonces... ¿por qué provoca esos dolores de cabeza en tantas personas?

Voy a intentar mostrar su lado más amable, porque hoy me siento romántica y las mates también pueden serlo.

Durante toda nuestra vida estamos obligados a convivir con ellas, así que mejor hacer un poder y tratar de digerirlas, porque están aquí y vinieron para quedarse. A mí siempre me han gustado y no se me han dado mal. Las ecuaciones, logaritmos, regla de tres, raíces cuadradas o fracciones; todas me entretenían mucho. Y cuánto más rebuscada fuera la operación, mejor, más disfrutaba del final.

Desde que somos pequeños, incluso antes de saber hablar, ya practicamos las mates. Empezamos a contar con los dedos o a encajar figuras geométricas. Y, poco a poco, se complica el tema y se van incorporando nuevos conceptos, tales como sumas, restas, etc.

Cuántas veces nos habremos preguntado: «¿Para qué nos va a servir esto después? Para saber contar, comprar y poco más...». Pues las matemáticas no solo son necesarias, sino que son imprescindibles para todo. Son omnipresentes; intervienen en todo, hasta en el amor.

Os presento a la ecuación de Dirac, considerada como una de las más hermosas del mundo. Hace referencia al hecho de que dos partículas que en algún momento han estado unidas, seguirán estando conectadas, a pesar de estar físicamente separadas.

Es llamada también la «ecuación del amor», porque esta misma conexión es la que somos capaces de sentir los seres humanos. Entre dos personas puede existir un vínculo irrompible, a pesar de la distancia. Y eso siempre se llamará AMOR.

Ahora bajamos al mundo terrenal y os la presento en su versión campechana, la que todos hemos tenido que resolver en alguna ocasión. Aunque es una ecuación bella, puede convertirse en la más difícil de solucionar; está compuesta por varios factores a encajar y diversas incógnitas a despejar. Y para llegar a la resolución, deben trabajar en equipo dos sujetos que no siempre están de acuerdo: la cabeza y el corazón. Representan el razonamiento, la lógica y, yo me atrevería a añadir, la valentía. Porque el amor no deja de ser la suma de razón, lógica, riesgo y locura.

Nuestra vida está, por tanto, llena de ecuaciones que vamos solventando a medida se nos van planteando.

Y ahora os pregunto, ¿todavía creéis que las mates no sirven para nada?

Agarraos fuerte porque os voy a dar una noticia importante:

Cada uno de nosotros llevamos un matemático dentro. Observamos, despejamos, calculamos y resolvemos”.

Así que felicidades, porque independientemente de si aprobabas o suspendías la asignatura, ya tienes el título de «matemático de tu vida».

Carpe Diem


(Escrito el 16/12/2020)